Una de las preguntas más frecuentes que me hacen las personas cuando van a comenzar su plan de alimentación es ¿cuándo son los días libres o cheat meals?.
El término “cheat meal” es básicamente decir “comida trampa”. Es un término que posee una connotación negativa hacia el alimento. Hablar sobre tener un día libre o una comida libre inmediatamente coloca al resto de la semana o de las comidas como NO libres.
Todos los días y todas las comidas son libres. Nosotros tenemos siempre la última palabra sobre lo que vamos a consumir. La idea de llevar un plan sustentable de alimentación es poder incluir todo tipo de alimentos en nuestra dieta para que sea algo que disfrutemos y a la vez nos acerque a nuestros objetivos.
No veo la necesidad de calendarizar o programar un día de descontrol. Si se trata de querer incorporar ciertos alimentos que nos brindan placer debemos de hacerlo desde un espacio de conciencia y no desde una perspectiva indulgente y holgada donde perdemos la dimensión de nuestros “gustos” y que por lo general terminará por hacernos sentir culpables de nuestras elecciones.
Comer es una necesidad fisiológica, no hay por qué ganarse la oportunidad de hacerlo ni tampoco debemos ejercitarnos después de forma extenuante como una penitencia para ser perdonados por nuestros excesos. Esta mentalidad nos encierra en un ciclo desgastante de frustración que poco a poco nos convence de que no tenemos fuerza de voluntad y de que no somos capaces de llevar a cabo una forma planeada de alimentación.
Los invito a dejar de ver a la comida como una actividad para matar el hambre (que muchas veces es un tema de hambre emocional, no resultado de niveles bajos de energía). La comida es una herramienta para nutrirnos. Las elecciones que hagamos sobre los alimentos que consumimos son los recursos que nosotros decidimos darle a nuestro cuerpo para operar de forma óptima, para rendir físicamente, para tener salud mental y emocional.
Me disculpo de antemano con el lector por la comparación que haré a continuación. Pensemos en un perro que vive enjaulado. Si abrimos la puerta de la jaula a media calle, el perro saldrá corriendo sin prestar atención y muy posiblemente sea atropellado. Ahora, pensemos en un perro que es libre, va por la calle observando y sabe cuándo puede tomar ciertos riesgos. Seguramente ha aprendido, a veces por la mala, sobre lo que debe o no debe hacer, y su experiencia le permite ahora tomar mejores decisiones. Esto se asemeja a las “jaulas mentales” que nosotros nos ponemos en forma de reglas estrictas y planes poco flexibles. Cuando nos “abren la puerta” salimos corriendo desbocados y nos arrollan en el primer cruce. Si, por el contrario, nos tomamos tiempo para observar y aprender vamos adquiriendo la experiencia y las herramientas necesarias para hacer ajustes que nos permitan llevar una vida equilibrada.
Es válido y es humano incluir alimentos que nos gusten. No se trata de restringirnos, se trata de hacer acuerdos con nosotros mismos y de establecer límites. Piensa en lo que quieras: pizza, pasta, hamburguesa, o una rebanada de pastel. Ya sea tu cumpleaños, una ocasión especial o simplemente porque tuviste ganas de hacerlo, cuando desees comerlo elígelo con toda consciencia y sabiendo que tú así lo has querido y que tú tienes el control.
Cuando se trabaja en hábitos sólidos y en estrategias a largo plazo, las desviaciones que sucedan de vez en cuando no van a afectar nuestros resultados ni lastimarán nuestra relación con los alimentos. Al contrario, pueden ser excelentes herramientas para aprender más sobre nosotros mismos, para empujar más allá nuestro entrenamiento, para vivir nuevas experiencias y seguir evolucionando cada día.
La libertad de elección es nuestra todos los días. Nos hace responsables sobre nuestras acciones. Está en nosotros el seguir siendo presos de nuestra mente y nuestras emociones o tomar el control y ejercer nuestro derecho de decisión.