Muchos de nosotros queremos cambiar ciertos hábitos. Sin embargo, pocos logran convertir ese deseo en una transformación tangible. Tal vez, es justo ahí donde te encuentras tú: sabes que hay algún comportamiento o algo en tu vida que te gustaría ajustar, pero estás luchando por entender por qué no logras hacer un cambio duradero.
¿Te has detenido a pensar en cuál es el origen de querer cambiar? Las metas impuestas por presión de otras personas o impulsadas por la vergüenza, raramente conducen a cambios sostenibles. Incluso cuando la presión externa se basa en las mejores intenciones, puede ser difícil llevar a cabo cambios desde el exterior si no están conectados con nuestros propios valores, sino más bien con los sistemas de valores de otros.
¿El cambio que buscas está conectado con alguno de tus valores?
Al preguntarte por qué quieres hacer un cambio, podrás averiguar si es una meta "tener-que" (algo que otros te están presionando a hacer) o una meta "querer" (algo que quieres para ti mismo). Una meta "querer" te hará sentir auto motivado.
Ahora, una meta "tener-que" puede convertirse en un "querer" si encuentras una manera de conectarlo con tus valores.
Pongamos un ejemplo, tal vez te resulte difícil motivarte para caminar más a lo largo del día. Sin embargo, tal vez sea importante para ti mejorar tu estado de salud. De repente, el mismo hábito (caminar más) se vuelve más tentador porque contiene una oportunidad para conectarte con uno de tus valores (tu salud).
Otro ejemplo, digamos que tienes la intención de usar menos tu teléfono y poder terminar de leer el libro que tienes empolvándose en el buró desde hace meses. Si conectamos el querer fomentar el hábito de la lectura con el valor del aprendizaje entonces aumentamos nuestras posibilidades de éxito. En este caso, el leer o no leer 10 páginas al día suena un tanto irrelevante, pero negar que somos personas que valoramos aprender y cultivarnos cuesta más trabajo. ¿Entiendes el punto?
Cuando utilizamos nuestros valores como una guía tenemos una base sólida y fuerte sobre la cual se apoya el “por qué” del cambio. Si elaboramos un plan de acción y trabajamos en él de forma consciente y deliberada, los cambios suceden de forma más orgánica y eso nos permite sentirnos mejor con nosotros mismos y manejar mejor la frustración.
Siempre que te encuentres perdido, regresa a la parte de mirar tus valores. Tus emociones y la forma en la que reaccionas ante el mundo son herramientas que te ayudan a entender cuáles son los valores que rigen tu vida, de ahí la importancia de permanecer alerta y hacer un trabajo de introspección cuando percibas emociones o sentimientos.
Para terminar, sé realista sobre lo que necesitarás para hacer el cambio. Detalla los aspectos específicos, contempla un plan para cuando las cosas fallen (créeme, van a fallar, es la naturaleza humana) y disfruta del proceso.