Comencemos con algunas definiciones.
A diferencia del hambre homeostática o fisiológica, la cual busca regular el apetito de acuerdo con las necesidades energéticas del cuerpo, el hambre hedonista es una respuesta psicológica que involucra los centros de recompensa del cerebro y busca simplemente placer.
La palabra hedonismo, de origen griego, describe una doctrina que antepone la satisfacción personal o el placer como la finalidad y el objetivo de la vida.
En un mundo con altos niveles de estrés, el cual nos ofrece cada vez más “soluciones” de fácil acceso, es muy común recurrir a los alimentos para mitigar nuestras dolencias tanto emocionales como físicas.
Ahora, ¿por qué no buscamos recompensarnos con apio?
Porque existe una propiedad de los alimentos que se llama palatabilidad. Esta propiedad se refiere a aquellos alimentos que son sumamente agradables para el paladar, que tienen cierta textura y una combinación de ingredientes que los hace realmente exquisitos: una mezcla de azúcar, grasa y sal. Piensa en una rebanada de pastel que prácticamente se deshace en tu boca y que desencadena una sensación de placer que no quisieras dejar de sentir jamás.
La industria de alimentos ha sido muy hábil en crear productos que tengan un alto nivel de palatabilidad con una disponibilidad inmediata de ellos en nuestro entorno:
- Un Starbucks en cada esquina
- Un OXXO siempre listo, siempre ahí
- Dairy Queen
- Krispy Kreme
- Carl´s Jr
- Los refrescos, dulces, papitas y más que encuentras en todas las cajas de los supermercados.
Las respuestas cerebrales que genera el hambre hedónica son distintas a las que genera el hambre fisiológica.
Como mencionamos anteriormente, el hambre fisiológica responde a una necesidad de energía, que se remonta a nuestros orígenes donde buscar comida era un tema de supervivencia.
El hambre hedónica responde a una necesidad psicológica donde los centros de recompensa (dopamina) del cerebro se estimulan y por ello no existe como tal una señalización adecuada de estar saciado: No hay una comunicación adecuada entre el cerebro y el sistema digestivo.
Pero no se trata de fuerza de voluntad .
Si constantemente estamos alimentando nuestro cuerpo con este tipo de alimentos, nos estamos “programando bioquímicamente” para necesitarlos y las hormonas siempre ganarán la batalla. Al reducir nuestra exposición a los alimentos palatables podemos reducir nuestra hambre hedónica y estar nuevamente en control.
Recurrir a los alimentos como una solución a nuestros problemas es algo común. Pero la realidad es que la comida no soluciona ninguno de ellos. Es únicamente una sensación placentera, efímera, que a veces nos termina llevando al “callejón de la culpa”, esquina con “¿por qué comí todo esto?” Lo que parece dar placer en un principio, luego es semilla de nuestro dolor.
Ahora, no se trata de nunca pensar en comer por placer y nunca disfrutar de un pastel.
Se trata de que cuando lo hagamos, lo hagamos con la consciencia de querer hacerlo, entendiendo la raíz de nuestra decisión. El problema viene cuando de manera inconsciente y constante buscamos alejarnos del estrés, ansiedad, tristeza, soledad a través de los alimentos. Ignorar estos mensajes de nuestro cuerpo nos lleva a sufrir más adelante. Si evitamos nuestras emociones en realidad las fortalecemos y acarrearemos problemas importantes de salud.
Un ejercicio muy sencillo para llevar a cabo:
En presencia de lo que nos genera estrés, detente un par de segundos, reconoce la emoción y realiza unas cuantas respiraciones profundas. El simple hecho de traer esa emoción a un primer plano, en lugar de reprimirla comiendo, nos ayuda a superar el episodio y a entendernos a nosotros mismos.
La experiencia de vivir trae consigo sufrimiento, pero a pesar de aparentar algo que desafía nuestra búsqueda de plenitud, es una herramienta poderosa para aceptar la vulnerabilidad y fragilidad humana.
Busquemos placer al vencer situaciones que nos ponen a prueba, enfrentar y dominar nuestros miedos, superar circunstancias que amenazan nuestro ego y que nos llevan al crecimiento humano. El placer que es duradero y que otorga sentido de vida.